Cuando se construyó el embalse de Rybinsk sus aguas sepultaron la ciudad de Mologa. Frente a quienes defienden la necesidad de mantener uno de los lagos artificiales más grandes del mundo, sus antiguos habitantes, los mologhans, quisieran que el agua desapareciera y recuperar la ciudad donde nacieron y donde descansan sus antepasados. Esta victoria del hombre sobre la naturaleza supuso para ellos una tragedia.