Panorama of Gorge railway 
	James H. White
	EE.UU., 1900, 1 min, DCP, ByN, silente
	
	Down the Hudson
	Frederick S. Armitage, A. E. Weed
	EE.UU., 1903, 3 min, DCP, ByN, silente
	
	The River 
	Pare Lorentz
	EE.UU., 1938, 32 min, DCP, ByN, inglés
	
	La Drave 
	Raymond Garceau
	Canadá, 1957, 20 min, DCP, ByN, francés
	
	Paddle to the Sea
	Bill Mason
	Canadá, 1966, 28 min, DCP, color, inglés
	El agua que cae de las cataratas del Niágara acumula tanta fuerza que forma un gigantesco remolino y unos rápidos; así la va soltando. Hace siglo y pico una loca línea férrea permitía admirarlos, acompañar al río a favor y a contracorriente. Y allá que fue James H. White, camarógrafo de Edison. Subió al tren y filmó un travelling electrizante, al moverse el tren y los rápidos, el curso blanco de espuma, en sentido opuesto.
	Tres años más tarde, Armitage y Weed filmarán un travelling desde el Hudson hacia su ribera, y lo electrizarán acelerando y ralentizando el paso de los fotogramas, pues cine experimental ha habido siempre. El viaje río arriba (el título miente) se transforma en un viaje de atracción de feria, donde casas e industrias sustituyen poco a poco a árboles y demás entes divinos, hasta hacerlos desaparecer.
	Entonces, estamos en Norteamérica y la escala es otra, física y también retórica: la escala del mito. Un río tiene historia desde que lo tocan ciertos seres humanos, antes no, y Pare Lorentz cuenta la historia del Misisipi interesadamente, le han encargado convencer a sus contemporáneos de la necesidad de construir presas. A base de nombres hechizados y repeticiones, a lo largo de tres viajes río abajo (ahora sí), comprendemos qué ha pasado: había píceas, abetos, pinos, cedros, nogales y robles escarlata, y se talaron. ¡Cómo duele verlos caer! Sin árboles no hay raíces y sin raíces que sujeten la tierra, parte se la lleva la corriente y la que queda no puede absorber el agua de lluvia y el agua de lluvia acaba por inundarlo todo.
	¿Y si fuera una maldición que la madera flote? El oficio de transportar troncos por vía fluvial se llama, en quebequés, drave. Como en Estados Unidos, en Canadá hacían falta vigas y papel de periódico y los bosques pagaron el pato. Les draveurs aceleran el deshielo dinamitando el hielo, bailan sobre los troncos talados y con ellos cubren el Outaouais de orilla a orilla. Es un trabajo muy duro si te toca a ti y fascinante, porque despliega un mundo mientras destruye otro, si sólo lo estás mirando. La película, además de mostrártelo, te lo canta graciosamente con la voz de Félix Leclerc.
	Aunque si de gracia se trata, pocas películas con una concentración tan alta como Paddle to the Sea. Paddle es un trozo de madera flotante y su suerte nos importa muchísimo porque un chaval lo talló para convertirlo en una criatura antropomórfica y singular. El chaval vive al norte del lago Superior y no puede ver el mar, así que manda a su criatura. La aventura por delegación consiste en atravesar el sistema de los Grandes Lagos y luego el San Lorenzo, hasta llegar al golfo. (Trayecto que incluye, se cierra un círculo, los rápidos del Niágara.) Al no ser humano, Paddle enseguida convoca a los animales y tropieza en igualdad con todas las cosas, con el espanto y la maravilla. Es emocionante eso.