Viajar sin rumbo. Viajar sin horizonte. Viajar como experiencia vital. En 1926 no había guías, no había internet, y cruzar Estados Unidos de lado a lado podía ser toda una experiencia para un adolescente de dieciséis años. Setenta y cinco años después, el nieto, la grabadora y la cámara de 16 mm se reúnen en torno al abuelo para descubrir los secretos que se ocultan en los pliegues del paisaje.