Gao Jun ya no habla. Tampoco juega, y nadie quiere acercarse a él. No tiene más de diez años, pero desde que sus padres le abandonaron, infectado con el VIH, Gao Jun es un apestado. Como tantos otros. Niños y adultos. En la China rural, el terror, la enfermedad y la desinformación caminan de la mano formando muros impenetrables de silencio y exclusión.