De Seta usa el encuadre ancho del cinemascope para captar el antiguo ritual de la "mattanza", la pesca de bancos enteros de atunes de aleta azul en la costa sudoeste de Sicilia, una práctica que perduró durante siglos pero que ahora casi ha desaparecido. La película comienza con el ritmo de las olas y los cánticos de los "tonnarotti", los pescadores de atún. Mientras esperan, duermen, comen y zurcen las redes con su tirante y bronceada piel al aire. Cuando escuchan la señal de que sus presas, que vienen desde el Atlántico a aguas cálidas para desovar, se acercan, estos «campesinos del mar» entran en acción. Los hombres, mientras cantan juntos, hacen que los atunes pasen por una serie de redes hasta llegar a la "camera delle morte", una cámara central. Trabajando en grupo, alzan las redes para poder arponear y arrastrar a los enormes peces a bordo del barco, mientras los animales se agitan, sangrando. El agua, blanca por las sacudidas de los atunes, se tiñe de rojo. El ojo de Vittorio de Seta presta suma atención a este proceso tradicional y a las exigencias del trabajo colectivo. Igual que los peces, los hombres ya no parecen individuos, son filmados como una masa de cuerpos unidos en su destino común. Cuando termina la matanza, los "tonnarotti" se quitan el gorro y se descubren ante los muertos.