Los numerosos cortos de Painlevé en los que aparecen crustáceos y otras criaturas marinas tienen una función informativa fiel a la formación del cineasta como biólogo. No obstante, a esto se suma un deseo de activar una sensación de asombro y, en ocasiones, de recurrir simultáneamente a la fascinación y a la repulsión con tintes surrealistas. En "La Pieuvre", los movimientos del pulpo son tan gráciles que pueden desarmar al espectador, pero al mismo tiempo provocan un sentimiento muy diferente: las suaves ondulaciones del organismo carente de esqueleto del cefalópodo generan una sensación perturbadora de putrefacción desbordante. Painlevé asociaba sus películas a la subversión de la razón, preguntándose: «¿comprender por completo un fenómeno natural le despoja de sus cualidades milagrosas? Desde luego, se corre ese riesgo. Pero, como mínimo, debe mantener toda su poesía, porque la poesía subvierte la razón y nunca se deslustra con la repetición. Además, algunas lagunas en nuestro conocimiento permitirán que siempre tengamos cabida para la jubilosa confusión de lo misterioso, lo desconocido, lo milagroso».